Rosario Espinal
Artículo publicado el miércoles 27 de julio de 2022 en el periódico HOY
El pasado 14 de julio se cumplieron 20 años de la muerte de Joaquín Balaguer. Un personaje que podríamos olvidar o simplemente dejar de rumiar sobre su rol en la historia política dominicana. Murió a los 95 años, una larga vida asentada en el gobierno, el de Trujillo y los propios. Resistió siempre despedirse de la política y su principal legado es que en el post-balaguerismo hemos presenciado reiteraciones de sus estilos.
Su prole reformista ha sido hábil negociando participación en el Estado sin ser gobierno: se aliaron al PLD, al PRD y al PRM. ¡Qué hazaña!
Balaguer aniquiló las distintas tendencias de la izquierda: muertos, presos y exiliados. El país perdió ese liderazgo que no pudo tampoco unir fuerzas ante las adversidades. Acumuló divisiones que han plagado la izquierda dominicana.
Movió la política hacia la centroderecha: él encarnando el liderazgo de la derecha y el PRD del centro. No aniquiló el PRD en sus 12 años de gobierno, pero se vengó en el 1986 y en el 1996. En 1986 derrotó al PRD después de solo ocho años en el poder (las únicas elecciones limpias que ganó Balaguer) y en 1996 tendió su apoyo al PLD para que José Francisco Peña Gómez, negro de origen haitiano, no ganara las elecciones.
En el año 2000, casi en la tumba, fue candidato y perdió. Cedió el paso a Hipólito Mejía, entonces del PRD, y el destino (una crisis financiera) se encargó de reponer en el 2004 a su escogido sucesor: Leonel Fernández.
A partir de ahí, Leonel asumió el liderazgo de la derecha dominicana, la incorporó al Estado y fue base de apoyo electoral. El balaguerismo se fundió con el peledeísmo. Cada vez el PLD se parecía menos a Juan Bosch: el cálculo venció a la misión y la corrupción a la ética.
Pero ya antes, en el gobierno de Hipólito Mejía, el Congreso, de mayoría perredeísta, había declarado a Balaguer “Padre de la democracia dominicana”, honor que no merecía, y mucho menos tocaba al PRD otorgarlo.
Ningún presidente es todo bueno o todo malo; tampoco Balaguer. Pero lo bueno no alcanzaba para merecer ese honor: fue colaborador de Trujillo y su presidente títere, y durante sus primeros 12 años de gobierno propio (1966-1978), el país estuvo sometido a una fuerte represión política. Eso lo descalificaba para el título otorgado.
Durante los gobiernos de Balaguer la corrupción y el clientelismo adquirieron sus formas modernas y se expandieron para estabilizar el régimen, mediante la conformación de amplias clientelas civiles y militares: las obras grado a grado con pago de sobornos, y la distribución de bienes a cambio de apoyo político.
Con el tiempo, de las fundas balagueristas se pasó a las cajas peledeístas y ahora a los bonos perremeístas. Con el crecimiento económico de las últimas décadas, la corrupción se amplió y eventualmente generó su antítesis: el movimiento anticorrupción.
Esa derecha, ante la que sucumbió el PLD y el PRD, se posa ahora sobre el PRM. Por eso es tan difícil desterrar a Balaguer.
Enlace al periódico HOY: https://hoy.com.do/joaquin-balaguer-a-20-anos-de-su-muerte/